10 de octubre de 2010

La Escuela de Adultos "La Prospe" y Gabriel, el Marinero

Cuando estaba estudiando en Madrid, tuve la suerte de conocer a Bea, una chica magnífica que me llevó un día a la Escuela de Adultos del barrio madrileño de Prosperidad, “La Prospe”, un barrio obrero tradicionalmente reivindicativo y muy activo socialmente.

La Prospe” ocupaba una casita casi en ruinas pero preciosa que, aregañadientes, dejaba la parroquia. Había clases de español para inmigrantes y clases de lectura, de historia, de arte, de lo que senos ocurría o nos proponían para personas mayores; sobre todo mujeres que, en su día, no habían podido estudiar por que no pudieron o no les dejaron

Nunca he tenido alumnas con más interés, con las que me lo haya pasado mejor y de las que haya aprendido más-. Como además, traían merienda para después de la clase, miel sobre hojuelas¡.

Entre los muchos talleres que se creaban, estaban los de teatro delque salió el famosísimo –en cien metros a la redonda de La Prospe-grupo de teatro infantil “Zapatiestos” en el que preparábamos cuentos, los escenificábamos por colegios del barrio y, como nos lo pasábamos tan bien, nos dábamos por pagados con la preparación , la presentación y, sobre todo, las sonrisas, gritos, aplausos, caras de expectación,de susto, de emoción que ponían los atentos espectadores –aunque siempre acabábamos siendo invitados a merendar con profesores y alumnos-. Tanta merienda hizo que aquella época superara la barrera de los 80 kilos que nunca he vuelto a bajar…(ni acercarme siquiera¡¡)

Se creó una pequeña biblioteca que con libros de gente del barrio ydonativos de escritores algunos conocidos como Carmen Martín Gaite,Luis Eduardo Aute, otros que empezaban a escribir, como Belén Gopegui, y muy especialmente de Amparitxu, llegó a parecer una biblioteca elegante.

Amparitxu era la inseparable mujer de Gabriel Celaya, escritor de Hernani que, obligado por su padre, fue a estudiar ingeniería a Madrid pero se dejó liar por los poetas de la generación del 27 (estas malas compañías…) y dejó los números (no el 27) y, afortunadamente para nosotros, se dedicó a la literatura.

No tuve la oportunidad de conocerle pues acababa de morir, el alcohol le había ganado la batalla, viviendo en la más absoluta indigencia a pesar de que cinco años antes había recibido el Premio Nacional de las Letras Españolas.

Amparitxu nos donó cientos de libros que era lo que realmente le quedaba a Gabriel en su apartamento del barrio y, sobre todo, nos regaló una poesía manuscrita de su marido que, como oro en paño la enmarcamos y enseñábamos orgullosos a todo el que venía. La poesía decía así:

"Educar es lo mismo
que poner motor a una barca..
hay que medir, pesar, equilibrar… y poner todo en marcha.

Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta…
Y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar
mientras uno trabaja
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío,
llevará nuestra carga de palabras,
hacia puertos distantes,
hacia islas lejanas…

Soñar que cuando un día,
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos
seguirá nuestra bandera enarbolada".

G. Celaya


No se puede reflejar mejor y de manera más sencilla el arte que representa educar a un hijo y lo que es la vida. A lo mejor se perdió un gran ingeniero pero ganamos un gran poeta.

Cada vez que la releo, se me pone la carne de gallina, especialmente ahora que veo crecer a mi hija María que va creando sus velitas, sus aparejos, su bandera para pronto ir alejándose poco a poco en su propia barca.

Con cariño,

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