10 de octubre de 2010

1. Lamas, pirámides, enanitos, ojazos,...

 

“Solamente existen dos días el año en los que nada se puede hacer.
Uno se llama Ayer y el otro, Mañana.
Por lo tanto, Hoy es el día ideal para amar, creer, hacer y, principalmente vivir”

El Dalai Lama (el de naranja y rojo con poco pelo)
Las circunstancias, dicen y será cierto (no he contrastado con Wikipedia, lo que me hace sentir 
cierta inseguridad ante esta información) influyen claramente en mi vida (también lo decían los filósofos Ortega y Gasset). Sin embargo, no son en sí mismas definitivas. De hecho, soy el verdadero responsable de mi vida (buf¡ ¡menos mal¡… O es casi peor, porque entonces no tengo excusa…¡ ¡qué responsabilidad!). Esto significa que puedo aceptar tomar las riendas (¿dónde están?) de mi vida y hacerme responsable de las decisiones que voy tomando (¡qué miedo¡, ¡Qué vértigo¡ -ya me lo advertía Erik Fromm en “Miedo a la Libertad” que preferimos que nos manden y nos digan que hacer porque que es más cómodo, que ser libre para hacer lo que realmente queremos nos asusta) .
¡Vaya putada¡ (tantos años en colegio de curas para utilizar este vocabulario… Pero Cela, Premio 
Nobel de Literatura lo hacía, así que…). Resulta que ahora lo que me pase es, en gran medida fruto de mis decisiones. Y lo que es peor, no tengo a nadie a quien echarle la culpa. Ni puedo buscar excusas para justificar por qué no hago algo más o lo hago mejor. Con lo que me gusta que la culpa de lo que me pasa la tenga mi jefe, mi mujer, mi madre, mi vecina, mi hija, la sociedad,… y ahora resulta que si no hago más es, por decirlo finamente y con una palabra que empieza por la misma letra, porque no tengo coraje, porque no me pongo a ello.
Abraham. Maslow (en “Una teoría sobre la motivación humana” ) se hizo famoso por su pirámide
(no de piedras sino de niveles de desarrollo de la persona) que nos la cuentan en cualquier curso de gestión, motivación, liderazgo, cocina,… que se precie (yo, al menos sea cual sea el tema de mi clase, la meto y siempre da juego –y en cenas con los cuñados sobre todo, la sueltas y quedas como un señor-). Viene a cuento de refilón, pero como he dicho, la meto en cuanto puedo.
Simplificando mucho mucho, mucho, dice que los hombres y las mujeres primero, satisfacemos 
nuestras necesidades más básicas (respirar, comer, descansar y f… reproducirnos);
Después (veo que alguno/a deja ya alguna para septiembre… será la de descansar…) tratamos de 
cubrir nuestras necesidades de seguridad –salud, dinero (el trabajo) y amor (la familia, bien gracias)- y una chocita –mejor si pisito amueblado VPO-;
Si ya tenemos todo esto, lo siguiente es “la cuadrilla”, la necesidad de pertenencia al grupo
(a veces manada, a veces rebaño, a veces tribu) en el que sentirse aceptado (pero sin destacar ni parecer diferente que si no nos echan…). Esto explica que “un hombre pueda cambiar de casa, de mujer, de trabajo, de país,… pero nunca de equipo de fútbol” como decía uno de los personajes de la gran película argentina “El secreto de tus ojos” –los de Soledad Villamil, ¡vaya qué ojazos! (y ¡qué labios! Y ¡que voz!)... que me descentro…-. No me atrevo a animaros a verla porque ya tengo un amigo que por recomendar un Lunes de estos “Secretos y Mentiras” estuvo a punto de mandar una pareja de la Guardia Civil a mi casa –días después me tranquilizó ver en su estanterías la filmografía completa de Chuck Norris, Arnold Schwazeneger y Danny de Vito-.
Si cumplimos por las noches (no hace falta que sean todas), tenemos un trabajo, un pisito y la cuadrilla 
para ir al fútbol, para desarrollarnos, necesitamos empezar a complicarnos la vida (¡!Quién nos mandaría dejar de ser monos¡¡) y a ponernos caprichositos: que si quiero reconocimiento, que si quiero éxito, que si quiero respeto,… Vamos que lo de bajar del árbol nos sale como hacer un pan con unas tortas. Y la vida se nos empieza a complicar.
Y, ya para colmo del vicio, si cumples (casi) todas las noches, tienes tu trabajo, tu pisito, tu cuadrilla 
para ir al futbol los domingos, tu coche es más potente que el del vecino, tu rolex la envidia del trabajo y te has casado con un bollazo (palabra unisex, eh¡¡),… ahí la has liado porque para seguir desarrollándote y “sentirte bien” no te queda más que autorrealizarte,… buscarle sentido a la vida,… trascender… ser creativo… ¡Joder qué complicado¡ ¡En menudo jardín nos hemos metiiiiido! ¡Así estamos todos que no sabemos para donde nos da el aire, (sobre todo los que tenemos la mala suerte de no tener claro lo del más allá)!, los gabinetes de psicología llenos y el Trankimacin como superventas (quien suscribe reconoce que le ha servido y le sirve y le servirá de bastoncito en ocasiones complicadas).
De todo este desvío, lo que queda claro es que ya lo de cumplir, comer, descansar, ser respetados y 
reconocidos,..ya no nos vale y tenemos que buscar llenar nuestra vida, darle sentido,… o volver al árbol (cosa difícil, en general, aunque no para alguno que conozco, en particular).
Bueno el caso es que este buen hombre, Abraham Maslow, además de darnos las ya conocidas razones 
para arrepentirnos de haber bajado del árbol, ponernos de pie y quitarnos los pelos de encima, dice alguna otra cosa interesante -y con esto retomo el rumbo perdido con las pirámides y los primates- sobre los seres humanos (entre ellos yo, yo… bueno… ya se que es … lo de ser humano… mucho suponer…) simplificando mucho mucho mucho tenemos:
Un enanito en el hombro derecho, pánfilo, comodón y defensivo que nos dice “tu tranqui, a lo seguro, 
dónde vas a estar mejor que aquí, si eres así p’a qué cambiar, si con la TDT lo tienes todo”, temeroso de la novedad y el riesgo que siempre ve los peligros y nunca ve las oportunidades.
a éste le ocurriría lo que a aquel cliente de un hotel cuyo lema era “No damos problemas, ofrecemos 
oportunidades” y que a fue a quejarse al mostrador gritando “Señorita, tengo un grave problema con mi habitación¡¡”. La señorita muy amable e imbuida del eslogan de la empresa le responde dulcemente “No se preocupe, nosotros no damos problemas, ofrecemos oportunidades”. A lo que el airado señor, le responde indignado “¡¡llámelo como quiera, problema u oportunidad, pero en mi habitación hay una señorita con la misma reserva¡¡¡” …. (¿Es políticamente incorrecto Ministra Aído? Si lo es, lo cambio, y el cliente enfadado es clienta y la sorpresa inesperada/oportunidad es un cliente).
Y otro enanito en el hombro izquierdo (que nadie haga deducciones políticas, el hombro ha sido elegido 
“al azahar”) más inquieto, despierto y atolondrado que nos susurra “mira lo que hay allí, no me digas que no te atrae, si pareces un muermo, anda muévete, despierta, tienes un mundo llenos de oportunidades, a qué esperas” que, al contrario que su vecino del derecho, no ve peligros por ningún lado y todo le parece atractivo y apetecible. Éste ve grandes los atractivos y empequeñece los peligros.
De hecho os cuento lo que le paso a este enanito cuando estudiaba en el colegio. Resulta que estaba 
preparándose mucho para la función de fin de curso. Su madre estaba un poco preocupada porque si no le daban un papel importante en la obra, se podría disgustar. Tal era su ilusión con la obra. Al salir de clase, vino todo entusiasmado, saltando de alegría mientras le decía a su madre “¡¡Mamá, me han elegido para aplaudir¡¡¡”. Bonito, no?
 
¿Y a quién hago caso? Al enanito que me come la oreja derecha o la izquierda. En principio parece fácil: 
al que me ofrece más seguridad (mejor un sillón con mando a distancia que una mochila y un piso a distancia), conformándome con pasar de puntillas por la vida, sin atreverme a ser el protagonista de mi película sino un actor de reparto. Tranquilo, sin problemas, sin tener que aprender nada nuevo ni salir a escena delante de la gente a pasar un mal rato. Dejo las riendas y me quedo sentado en el pescante. Que me lleve otro.
En mi vida (probablemente en la de tuya también) siempre aparecen personas que queriendo o sin 
querer me hacen daño (mejor dicho, hacen cosas que me hacen daño-importante matiz-). Y, de nuevo, mis (tus) dos enanitos, atentos, tienen preparada su particular respuesta: el derecho, tranquilo, dice “total, para qué, aguanta, qué vas a hacer si no, pobrecito mío, qué razón tiene, eres un desastre, de qué sirve hacer nada, si eres una pobre víctima, anda vete al sofá que hoy echan un partido de fútbol”.
El izquierdo, más inconformista, me anima “tu decides si te hace daño, tu decides si le das importancia
a lo que esta persona dice, tu decides si le das el poder de decidir sobre tu estado de ánimo” o, prosigue, “¡¡Tampoco te hagas el duro, que eso que te han dicho hace duele, eh?¡¡ pero que intenta que duela poco rato y, sobre todo, no respondas desde el dolor, como animal herido”. Parece que el enanito izquierdo ha visto menos tele que el derecho y ha leído a Ghandi (Nadie puede quitarnos nuestra dignidad si no se la damos) o a E. Roosvelt (Nadie puede herirte sin tu consentimiento) y a “otros tantos sabios que en el mundo han sido” (S. Juan de la Cruz, el flipado… digo mítcico).
Yo creo que en este caso tiene razón el enano lector. Tengo que mirar más allá del que mal me quiere
o así parece, tirar para delante y dejarle atrás. Y seguir caminando, mirando mucho hacia delante, poco hacia atrás (Ford que era un tío listo puso a los coches un gran cristal para mirar para hacia delante y un pequeño espejo retrovisor, ahora son dos, para mirar atrás). Si ando por la vida mirando mucho para atrás me daré un trompazo con alguna “farola”. Y tengo que seguir decidiendo con valentía en cada cruce en el que me encuentro, respondiendo con valentía a las preguntas que me hace la vida cada día, cada momento y no dejar que sea el viento el que me mande por un camino u otro.
Mi enanito tranquilón, sin dejar de hacer zapping, me recuerda que no tenga prisa, que ya disfrutaré 
cuando tenga otro trabajo, cuando tenga los hijos mayores, cuando tenga la casa pagada, cuando me jubile, cuando pase la crisis,…
El enanito juguetón se revuelve y le lleva la contraria: “no te duermas, despierta, no retrases tus planes, 
no dejes tus sueños, que no pierdan energía tus ilusiones. Lo único seguro es el ahora, ayer no existe, mañana tampoco y pasado mañana no está ni inventado. No dejes de buscar, de mejorar, de leer, de estudiar, de hablar con gente querida, con gente nutritiva, ponerte a pintar, apuntarte a un curso de surf, no dejes de conocer lugares y culturas interesantes, abre los ojos y fíjate la cantidad de cosas que suceden a tu alrededor. No dejes de ser un poco niño, no dejes de jugar, no dejes de soñar, no dejes de trastear, no pierdas la capacidad de sorprenderte”.
La verdad es que a mí el gusanillo en la tripa me sale cuando escucho a éste.

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