10 de octubre de 2010

2. Mandos a distancia, maristas, ideogramas chinos

Mandos a distancia, maristas, ideogramas chinos,… para cambiar de actitud 


“Vayas donde vayas, allí estarás”

(Miyagi, el Maestro a Daniel, el alumno, en Karate Kid, 1984)
Definitivamente me quedo con el enanito inquieto, el que, en cada cosa que me sucede, ve una 
oportunidad y no un contratiempo. Porque, eso dice V. Frankl (en “El sentido de la vida”), yo puedo decidir qué tipo de actitud tener ante la vida, para conmigo, para con mi familia, para con mis amigos, para con los jefes (no sé, no sé,…), para con los cambios (lo único estable en este mundo).
Sí. Lo sé. Me guste o no. Las experiencias del pasado influyen, y ¡vaya si influyen¡ en mi actitud 
ahora o afectarán a la que tenga en el futuro. Además, la realidad es tozuda y será la que tiene que ser, me vendrán cosas buenas y malas (menos buenas –para el enanito animado- y malísimas para el enanito cenizo). Y yo no puedo más que coger el capote y tratar de hacer una buena faena conforme van viniendo los morlacos (o, porque no, alguna guapa torera).
Es una hora de un cuento (de “El canto de la rana”): 
-Un anciano estaba sentado a la entrada de su pueblo. Un joven que venía por primera vez al 
pueblo le preguntó cómo era la gente que en él vivía. El anciano le respondió con una pregunta: “Cómo eran los habitantes de la ciudad de la que vienes?”. “Egoístas, malvados y muy desconfiados”, respondió el joven. “Pues así son los habitantes de esta ciudad”. El joven no quiso quedarse ni un minuto más en semejante aldea.
  
Poco después una joven llegó e hizo la misma pregunta al anciano a lo que éste le devolvió la 
misma pregunta. La joven respondió “la gente del pueblo en el que he vivido hasta ahora era agradable, sincera, muy cercana”. El anciano le respondió “aquí la gente también es agradable, sincera y muy cercana”-.
Si no soy capaz de encontrar nada bueno ni saber apreciar a las personas tal y como son, no 
encontraré amigos en ningún lugar que vaya. En cambio, si llego con actitud positiva, abierta, comprensiva, seré capaz de encontrar el diamante (en ocasiones en bruto y más escondido que en otras) que tiene cada persona. Si en mi mochila llevo respeto, encuentro respeto; si en mi mochila está llena de prejuicios, confirmaré mis prejuicios. Vaya donde vaya, llevo conmigo mi mochila llena de actitudes positivas o negativas.
Vaya donde vaya, allí estaré y siempre encontraré lo que esperaba encontrar
Dicen los sicólogos que en esto de las relaciones existen tres tipos de personas o actitudes ante la vida
(pocas me parecen pero si lo dicen gente que lo ha estudiado, se habrá documentado así será):
La gente observadora, que es espectadora de lo que pasa, que deja que las cosas las resuelvan otros, 
que es indiferente ante lo que sucede, que piensa “total para qué, si no tiene remedio”, que piensan que su vida es como es y seguirá siendo porque no está en sus manos cambiarla: Mi enanito sentado en el sillón disparando con el mando a distancia: El Homo/a Mueblensis.
Luego está la gente crítica, la más lista, lo que se siempre se apuntan las medallas después de la batalla. 
Son fácilmente reconocibles. Suelen soltar frases como “¡Ves¡ ¡si ya lo decía yo¡ ¡si es que se veía venir¡ ¡a mí me la van a pegar¡”. También se les reconoce por su capacidad ilimitada de quejarse. Entre sus grandes éxitos están títulos como “¡Si es que nada funciona¡”, “¡Si es que esto es un cachondeo¡”, “Si es que lo que aquí haría falta es alguien con un par de…”. Se suelen fijar más en el pasado que en el presente y futuro, ocupan su tiempo justificándose y reaccionando a lo que ocurre fuera. Tienen una ventaja: el problema suele siempre ser de los demás con lo cual ellos no tienen que hacer nada (lo cual curiosamente no los hace excesivamente felices porque siempre están medio cabreados). El Homo/a Doloris (u Homo/a Quejiensis, según qué escuela lo trate).
En tercer lugar está la gente activa, que tiene interés por aprender, que siente curiosidad por todo 
lo que ocurre a su alrededor, por mejorar, por crecer, por ganar un nuevo amigo, por visitar un nuevo país, por sumergirse en un nuevo libro, por arriesgarse aunque cometa algún error (mejor nuevo, de los que hacen aprender). Este es mi enanito inquieto (en ocasiones atolondrado, tan atolondrado que se mete unas leches…), que es un fiera en ver lo bueno de las situaciones, los cambios, las crisis. 
Estas personas deciden influir en su vida. (Con un par de… corajes) actúan para que sucedan cosas, 
cosas que ellos consideran importantes (mientras, el otro enanito espera sentado en su sillón a que se la pegue para soltar su frase preferida “¡¡si ya se lo había advertido¡¡ ¡! Si es que no aprende¡¡ ¡¡ a mí eso no me pasa¡¡).
Una curiosidad. En chino, crisis se escribe 危机,, Wēi Jī. Se compone de dos ideogramas: 
Wēi (), peligro y Jī (机), oportunidad (lo he visto en http://www.chino-china.com/ pero me lo ha confirmado Eva Liao, una compañera china de la empresa). Así que ante una nueva situación, un nuevo reto, un cambio, un problema,… una crisis, un enanito se pre-ocupa porque percibe peligro (危) mientras que el otro se ocupa porque percibe una oportunidad (机) de fortalecerse, de retarse, de aprender, de conocerse mejor, o de aprender, si procede, con el golpe.
A mí me gustaría ser de los que siempre percibe la oportunidad pero, a veces, me asusto y huyo 
despavorido al salón de mi casa, cojo el bastón a distancia y me pongo a despellejar a los que salgan en la tele, sea quien sea, cosa que me relaja y me hace olvidar el sofoco. Y ahí me quedo hasta que se me pasa.
No parece fácil. Se dice muy fácil eso sí: “yo controlo mi actitud”. Esto me recuerda una escena 
genial de la magnífica película “Hombres, Hombres” de la alemana Doris Dorrie –la recomiendo encarecidamente, incluso a mi amigo amante del spaghetti-western almeriense, en la que uno de los protagonistas le pregunta al otro qué hace ante un problema; el otro le responde “lo veo venir, le miro a los ojos, lo aparto y sigo” ante lo que el estupefacto amigo responde con cara de incredulidad “¡qué grande eres, tío¡”. Vedla. De verdad. Sí tú también, Chuck. 
Pero lo que dicen, al menos la teoría, difícil no es. Lo que pasa que ay que hacer muchos 
problemas prácticos, lo que lleva tiempo y mucho entrenamiento. Me imagino que debe ser como empezar corriendo diez minutos al día y tras unos años ser capaz de correr la maratón. No existen pastillas, ni fórmulas mágicas. 1% de inspiración y 99% de transpiración (como casi todo). Uno de mis mejores amigos, a pesar de ser hermano marista, siempre me repite como un mantra “Cambia el pensamiento y cambia el sentimiento”, “Si cambia el sentimiento, cambian la actitud”, “Si cambia la actitud, cambia la respuesta”. Lo que pasa es que él corre los cien kilómetros a la pata coja (a pesar de ello, practica desde hace treinta y tantos todos los días y dice que a veces se cae) y yo en diez minutos echo ya las tripas.
Alex Rovira (en ”La buena vida”) transmite muy bien cuál es la gasolina necesaria para este ejercicio: 
“lo que crees es lo que creas”.
Probablemente no me funcione siempre pero, si no te me lo creo, no lo haré con ilusión
(chispa que enciende el motor). Dice que a veces elegir bien el inicio de la frase ante una situación obra el milagro:
puedo…, 
estoy seguro de que…
 elijo…., 
estoy ilusionado con…
qué oportunidad de… 
veamos qué podemos hacer…
Esto me recuerda a un compañero del colegio mayor, Kiko, un armario en el sentido físico pero 
un reactor en el energético, y cómo entraba por las mañanas en el comedor, con una sonrisa de oreja a oreja mientras gritaba ¡¡¡Buenos días a todos¡¡¡ ¡¡¡¡ qué bien te veo Daniel¡¡¡ ¡¡¡cómo te estás poniendo de tostadas Chema¡¡¡ 
Y me recuerda mucho al bueno de Antonio (Toñin) y la sin par Olga (la Ardilla). También ellos son así 
y por esto este relato está dedicado a por ellos (A Iñaki va dedicado con la esperanza de que reconduzca sus gustos filmográficos y, sin tener que ver a Fassbinder, Truffaut, Rommer,… tampoco se centre en la serie completa de Rambo y otras joyas de Serie B).
Un último cuento (de “El próximo minuto”):
Se estaba construyendo una catedral cuando fue de visita su arquitecto, Maurice de Sully. 
Al llegar se encontró con tres albañiles trabajando y primero pregunto al que tenía el semblante más serio qué estaba haciendo. “Poniendo ladrillos” gruño sin levantar la mirada.
A continuación preguntó al segundo que tan concentrado estaba en su trabajo que casi ni le vio llegar. 
La pregunta fue la misma. La respuesta similar: “poniendo ladrillos para levantar una pared”.
Por último, se acercó a un tercero que silbaba mientras trabajaba y se tomaba su tiempo en colocar 
cada ladrillo. La pregunta fue la misma que a los anteriores. La respuesta no: “Estoy poniendo ladrillos para levantar uno de los muros maestros de los que será dentro de unos años la catedral más bonita y famosa de Francia, Notre Dame de Paris, que será preciosa y asombrará y maravillará a todo el que la vea”.
Este cuento podría adaptarlo tras mis cientos (¿serán miles?) de horas en los columpios de media 
geografía española. Podría contarlo con padres y madres que con sus hijos e hijas pasan la tarde en el parque. Cuando preguntaba qué tal estaban, las respuestas variaban: “Aquí, a ver si lo canso un poco, se acuesta pronto y nos deja tranquilos” o “Aquí pasando la tarde con los hijos en el parque” o “Pues estoy disfrutando viendo como mis hijos se divierten jugando en los columpios, hoy que hace una tarde tan espléndida”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

!Me encantaría saber qué piensas de esto¡