10 de octubre de 2010

3. para aprender a escuchar el corazón

 

(Para Jose Luis, amigo y maestro –a pesar de ser hermano marista-)

Domingo por la mañana, un café caliente, pongo música: “The very best of The Pogues”.  Qué recuerdos¡. 
Suena “FairyTale in NewYork” –la canción de navidad más bonita, escrita, compuesta y cantada por el más borracho e irreverente de los cantantes-. Sus primeras estrofas son muy melancólicas, como la navidad de verdad, no la del turrón “el almendro” y “las burbujas de freixenet” (Gemma Mengual y las chicas de la natación sincronizada hasta que la marca ahorre para un nuevo anuncio –al año pasado con la crisis repitieron…-).
 
       
     
Era Nochebuena, nena
en la celda de borrachos.
Un viejo me dice
“no veré otra más”
entonces canta una canción
“The Rare Old Mountain Dew”
Giro mi cabeza hacia otro lado
y pienso en tí…
Un cuentito con un abuelito muy extraño
“Un anciano poseía una tienda de antigüedades y curiosidades en una callejuela de un concurrido barrio de una gran ciudad. Un día entró un turista quien se quedó maravillado ante la infinidad de cosas que había en aquella tienda. Al final, preguntó el turista: ¿Cuál diría usted que es la cosa más rara y misteriosa que hay en esta tienda?

El anciano, tras echar una ojeada a los centenares de objetos (animales disecados, cráneos reducidos, peces y pájaros enmarcados, hallazgos arqueológicos, pergaminos originales,…) se volvió al turista y le respondió: “sin duda alguna, lo más raro y misterioso que hay en esta tienda soy yo” 

(A. de Mello)
Caretas y armaduras
Los hambrientos de saber que iban al Templo de Delphos, debían salvar las dificultades para llegar a la
montaña, sorteando las dificultades de la zona cortada por profundas gargantas inaccesibles. Sudorosos pero felices de llegar al Oráculo de Delphos, fuente del saber, encontraban en su entrada una inscripción que decía
"Oh! ¡Hombre¡ 
(Ministra Aído, compréndalos, era hace mucho mucho tiempo –ni yo, ni, menos tú, más joven y lozana,
habíamos nacido-y no había ministerios de igualdad),
¡conócete a ti mismo y conocerás al Universo y los Dioses!”. 
O sea que, después del madrugón y del palizón de la subida, el cartelito les venía a decir que para qué 
habían venido, que se dieran la vuelta ¡y que ellos/as solitos/as se lo curraran.
Como si fuera tan fácil…. Conocerme a mí mismo. (Si hubo alguna asignatura en el colegio me la perdí
(en qué estaría pensando… seguro que en alguna de las Ángeles de Charlie de clase-… y mis hijas vinieron sin manual de instrucciones).
Desde que nacemos, desde el primer día, buscamos desesperadamente cariño (en esos momentos en 
forma de pecho maternos y brazos amorosos). Así que tratamos de ser queridos (haciendo lo que les gusta a otros) y que no nos hagan “pupa” (evitando hacer lo que molesta a otros). Así, poco a poco, a fuerza de practicar, vamos creando y aprendiendo nuestro personaje –“careta” en griego- con sus diálogos y su disfraz para no desentonar en el papel asignado en la función.
El personaje lo aprendemos de memoria. Y la memoria se guarda en la cabeza. Así que cuidado con la 
cabeza, “esa puta(/o) que siempre nos jode” –dicho por un hermano marista, eh?, no yo, que no soy ni tan listo ni tan osado ni conozco las profundidades de la naturaleza humana como él-. En la cabeza está lo que hemos aprendido -no busquemos ahí lo que queríamos hacer, lo que queríamos ser, porque nos engañará-. Eso se fue quedando escondido, dentro, muy dentro, para no molestar…
Al hacer lo que gusta a “los otros -no los de Amenabar-” (padres, tíos, vecinas, profesores/as, cuadrilla, 
curas o monjas, “culturas”, “costumbres”, “morales”,…), dejamos de hacer lo que nos gusta hacer. Al ser como quieren que seamos, se nos van olvidando nuestras propias inquietudes, nuestros anhelos, nuestros sueños, lo que realmente queremos ser, quedándose arrinconado junto a las cosas que no utilizamos, olvidados. El personaje se come a la persona. La cabeza doma al corazón (qué bien me ha quedado esto…¡).
Al protegernos…perdón… nuestro personaje, para protegerse, va creando una armadura que le 
defienda de los golpes, los gritos, los desprecios, los disgustos, las frustraciones,… pero pagando un precio muy alto: la armadura protege pero le hace insensible. Y dejamos de sentir o sentimos menos (dependiendo del grosor de la armadura). La voz de nuestro corazón (nuestra voz, la de nuestra persona) deja de oírse ahogada dentro de la armadura.
Lo sé, lo sé, puede parecer muy radical. En mi defensa, tengo que decir que lo dice un tal Krishnananda 
-en “De la codependencia a la libertad”, libro que, por su título, no compraría ni loco; de hecho, dicho sea en mi defensa, me lo regalaron-. Y mi amigo Jose Luis, si tienes la suerte de escucharle, lo explica de forma más clara y menos torpe que yo.
Así que quejas y reclamaciones, a él o su editor o a vuestro antivirus que no ha detectado este 
“gusano” a tiempo. En cualquier caso, eso ya pasó. Ahora cada uno y cada una tenemos nuestro disfraz, o armadurita, o coraza antimisiles emocionales o nuestro bunquer –dependiendo de cómo hayamos sido atacados o como hayamos querido defendernos-. Y “como decíamos ayer (Fray Luis de Leon, tras unos añitos en prisión por orden y gracia de la Inquisición –seguro que se salió del personaje, le tocó las narices a algún personaje importante de su obra y ¡cinco añitos al trullo- ) ”: toca vivir hoy, el pasado es pasado. Y el futuro… ni p…. idea..
Una advertencia importante. ¡Cuidadito con el personaje¡ Porque tiene sus problemillas:
si tu personaje es católico y el mío judío, 
si tu personaje es “rojo” y el mío “facha”, 
si mi personaje es culé y el tuyo merengue, 
si mi personaje es hombre y el tuyo mujer,
si mi personaje es negro y el mío blanco
el tuyo tuyo café con leche
si tu personaje pertenece a los Capuletos y el mía a los Montescos
si tu personaje es de un pueblo elegido y el mío también 
(“no hay pueblo que no se haya creído el pueblo elegido” 
Milonga del moro Judío. Jorge Drexler)
mi personaje se ha levantado de mal café y el tuyo también
nuestros personajes se pueden poner como motos a discutir porque, en esta película, lo tienen 
en el guión bien aprendido y sellado –y además, lo que es peor no son conscientes de ello).
Mientras, detrás de la careta y dentro de la armadura, l
las personas que tratan de hablar con el corazón
de corazón a corazón
de persona a persona
se sorprenden porque se ven muy muy muy parecidas
y no ve razones para ponerse así
y trata de hablar, 
hacerse oír pero sin éxito, 
ya que no está acostumbrada a ejercitarse, 
la armadura suele ser muy gruesa 
…..
y los personajes siguen discutiendo, gritando
haciendo más gruesa su armadura….
intentando convencer 
o, lo que es peor, vencer, 
mientras que las personas, 
desde dentro, tratan de escucharse y entenderse.

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