10 de octubre de 2010

6. Entender y aprender del "enemigo"

Entender a los demás
Antes de juzgar a una persona, camina tres lunas con su calzado
Indios Sioux
Tendemos a mirar la vida y a interpretar a los demás con nuestras creencias y valores y experiencias que actúan como cristales que desfiguran la realidad.
“Tres sabios decidieron emprender un viaje porque, a pesar de ser tenidos como sabios en su país, eran lo bastante humildes para pensar que un viaje les serviría para ensanchar sus miras. 
Apenas habían pasado al país vecino divisaron un rascacielos a distancia. “¿Qué podría ser ese enorme objeto?” Se preguntaron. La respuesta más obvia habría sido: “Id allá, conocerlo, haced preguntas y averiguadlo”. 
Pero no: eso podía ser demasiado peligroso porque ¿y si aquella cosa explotaba cuando uno se acercaba? Era mucho más prudente decidir lo que era, antes de averiguarlo. Se expusieron diversas teorías; pero basándose en sus experiencias pasadas, las rechazaron todas. Por fin, y basándose en las mismas experiencias –que eran muy abundantes, por cierto, decidieron que el objeto en cuestión, fuera lo que fuera, solo podía haber sido puesto allí por gigantes.
Aquello les llevó a la conclusión de que sería más seguro evitar absolutamente aquel país. De manera que regresaron a su casa, un poco más sabios que antes, tras haber añadido una experiencia más a su ya dilatado cúmulo de experiencias”. 
Mis suposiciones (prejuicios, ideologías, equipos, colores, banderas,…) afectan a mi observación de las cosas (cómo veo a otra persona de otra raza, otra cultura,…). 
Mi observación engendra convencimiento (confirmo que tengo razón porque no solo lo pienso, sino que “¡¡es que no hay más que verle la pinta¡¡”); 
Mi convencimiento produce experiencia (ya sé cómo es esa gente; a mí me van a engañar; tengo clarísimo cómo hay que tratarles); 
Mi experiencia crea comportamiento (les trato como merecen porque es lo que me dicta mi percepción y mi sabia experiencia); 
Y Mi comportamiento, a su vez, confirma mis suposiciones (¡¡si ya lo decía yo!!). 
Y volvemos a empezar el círculo, cada vez más vicioso 
(como los sabios del cuento, pensando que cada vez somos más sabios).
Para lograr acercarme a la otra persona (a ese rascacielos inquietante hecho por gigantes), tengo que querer hacerlo y hacerlo desde el corazón, sin prejuicios, sin miedo (que, en el fondo, es lo que tengo) a que me cuestionen mis certezas, a que descubra que hay otros puntos de vista, a que me complique la vida con lo ordenada que la tengo.
Dejar actuar a la persona que nos une a la otra persona (no al personaje que teme o rechaza al extraño, el personaje que nos separa) requiere valentía, acercarse, escuchar, preguntar, aprender, cómo es, qué siente, porqué… Conocerle de verdad, no de oídas (como hicieron los sabios). 
Es la única manera: acercarnos y hacerlo aceptándole tal y como es (no como le gustaría mi personaje que fuera), con sus limitaciones, con sus necesidades, con sus peculiaridades, respetando lo que no conocemos, buscando lo que nos une y no lo que dicen otros que nos separa. 
El  peor de “los otros”, el enemigo: ¿un regalo?
Reescribo unos apuntes que tenía de un libro-entrevista al Dalai Lama que leí hace mucho tiempo pero que “buscando en el baúl de los recuerdos, uuuuuhh¡¡” encontré hace poco: 
“Vengarse no es sino crear un círculo vicioso. La otra persona no lo va a aceptar y, entonces, la cadena de venganzas es interminable. Ambas partes dejan de ver, la ira les ciega, sufren, su vida se envenena… 
…son muy importantes las actitudes adoptadas ante nuestros enemigos o adversarios. Si se aprende a ser paciente y tolerante con los enemigos, todo lo demás resulta mucho más fácil, y la compasión fluye con naturalidad.
… No hay fortaleza similar a la paciencia, no hay peor aflicción que el odio. Por ello, no ahorremos esfuerzos en eliminar el odio al enemigo y aprovechar el enfrentamiento como una oportunidad para intensificar la práctica de la paciencia y la tolerancia.
Sin el enemigo no puede surgir la paciencia o la tolerancia. Normalmente nuestros amigos no nos ponen a prueba ni nos ofrecen la oportunidad de cultivar la paciencia. Eso es algo que sólo pueden hacer los enemigos.
Así que, desde este punto de vista, debemos considerar a nuestro enemigo un gran maestro y reverenciarlo incluso por habernos  proporcionado esa preciosa oportunidad”.
¡!Im – prezionante¡¡ (J. de Ubrique, poeta y matador o viceversa)
Lo más fácil es dejarme guiar por mi personaje, lo tengo aprendido, de memoria y lo he practicado infinidad de veces. Y que ve al otro como un peligro. Pero las personas ven a los otros como oportunidades, quieren entenderse, ponerse en el lugar del otro, saber más de ellos. Es fácil respetar aquello con lo que estás de acuerdo (frase de alabanza típica sobre del muerto: “era amigo de sus amigos” –no parece mucho mérito, pero algo hay que decir-). Es mucho más difícil respetar lo que contradice mi programación cultural 
No se trata ni siquiera de comprender a la otra persona con razonamientos de nuestra cabeza que busca y utiliza lo que encuentra en su biblioteca de lemas, prejuicios, frases hechas, cosas aprendidas, la verdad, su verdad, que es la verdad verdadera. La única. 
¡¡cómo puede alguien disfrazado con túnica y boina blanca, que vive en un paraíso fiscal, rodeado de lujo, en el centro de la moderna Europa, proclamarse infalible¡¡
Es más difícil y pero también más estar dispuesto a que las diferencias que veo me hagan cuestionarme mi propio punto de vista, sacar algunos libros inservibles, rancios, de mi biblioteca. Ser consciente de que toda esa biblioteca que llena mi cabeza, no es sino una de las millones de posibles bibliotecas que podía haberme creado. Que no es la única y verdadera. Que puedo escuchar y decidir quitar algunos libros míos y poner los que me ofrece ese otro, diferente a mí.
Quien fuera quien nos inventó, nos puso solo una boca para hablar y criticar poco y dos orejas para escuchar mucho y atentamente. 
¡Tú primero¡ 
“Dos hermanos vivieron juntos felices y en armonía en granjas separadas y colindantes pero un día tuvieron un problema y se enfadaron. Comenzó con un pequeño malentendido pero fue creciendo hasta que explotó en un intercambio de palabras más fuertes seguido de semanas de silencio.
Pasaron los meses y los años y siguieron sin hablarse ya que ambos tenían serias razones para no hablar al otro. 
Una mañana llegó un hombre con herramientas de carpintero y pidió trabajo a uno de los hermanos. Este amablemente le dio la bienvenida y le dijo que le venía magníficamente bien su presencia. Su vecino, su hermano, había desviado el cauce del río para que separara de forma clara los lindes de las fincas y, el, para no ser menos, quería encargarle que construyera una cerca de dos metros de alto. “¡No quiero verle nunca más¡” exclamó el granjero.
El carpintero escucho atentamente, le pidió ayuda al labrador para que le ayudara a apilar el material y éste aprovecho el día para irse al pueblo a por provisiones. Ya anocheciendo, el labrador llegó a su casa y se quedó sorprendido al ver que el carpintero, lejos de hacer la cerca solicitada había construido un bello puente de madera con pasamanos que permitía el paso entre fincas. Miró por todas partes si ver rastro del desobediente carpintero. 
En ese momento, llegó su hermano menor, llorando de emoción y abrazando a su hermano mayor le dijo: “Eres una gran persona, mira que construir este hermoso puente después de lo que yo había hecho con el río…”. El hermano mayor, también emocionado buscó con la mirada al sabio carpintero pero lo único que vio fue una sombra que se perdía al final del camino, una silueta sobre el fondo de la luna”.
En aquel libro entrevista decía el Dalai Lama que “si te acercas a los demás con disposición compasiva, reduces tus temores lo que te permite una mayor apertura. Creas un ambiente positivo y amistoso. Aunque el otro no se muestre afable o no responda de forma positiva, al menos te has abierto a él con una actitud abierta, has dejado una puerta entreabierta,…”.
Creo que esperamos que sean los otros quienes actúen primero de forma positiva, que se rindan que reconozcan su error, en lugar de tomar la iniciativa de crear esa posibilidad. 
“En la guerra de las dos coreas, se encontraron en la tupido bosque dos personas armadas, una de cada bando. Al verse frente a frente, uno preguntó al otro “¿Eres coreano?”. “Sí, claro” respondió el otro. “Pero de qué Corea, la del Norte o la del Sur”. El otro, respondió “!!!Dí tu primero¡¡¡ 
dos personajes o una persona
Cuando entendemos las necesidades y los sentimientos de los demás, es cuando vemos que somos iguales. No ante la ley, que no lo somos, ni al nacer que tampoco lo somos (somos iguales hasta que nacemos). Somos iguales cuando hablamos con y como iguales, como personas que escuchan, que comparten sentimientos, inquietudes, anhelos, errores, miedos, ilusiones,… Además esas personas se unen para siempre porque el lazo, invisible, no está hecho de oro, de alabanzas, de miedos,… sino de comunicación “5 estrellas”.
Dejo de ser yo, mi personaje; dejas de ser tu, tu personaje, y pasamos a ser nosotros, dos personas muy muy semejantes, con muchas muchas cosas en común. Y en esos momentos hay algo que te hace sentir que no somos dos, que somos uno. Y no pasa con personas que ves y con las que hablas todos los días y sí pasa de repente con alguien que no veías hace tiempo o que acabas de conocer. 
La chispa invisible que conecta dos personas sin armadura salta y acerca.
dnl

5. Pasamos a la acción

silencio¡, se rueda¡ (pasamos a la acción)
“No puedes atravesar el mar simplemente mirando al agua”
R. Tagore
“Leer un libro sobre dietética, no adelgaza”
(incluso engorda si lo lees con una cervecita y unas aceitunas)
Dnl (lo sé, lo sé, Rabindranath es más poético)
Ya sé que las riendas de mi vida las tengo yo y nadie más que yo y que no valen excusas, que la responsabilidad es mía y solamente mía. Que el pasado incluye pero no determina.
También parece que, aunque me cueste esfuerzo, entrenamiento, disciplina y ser consciente en cada momento de lo que mi persona y mi personaje quieren, puedo elegir qué actitud tomo ante la vida y las circunstancias, positiva o negativa, constructiva o destructiva, de héroe o de víctima.
Y, parece que si escucho en silencio lo que quiere decirme el corazón (las entrañas, si fuera oriental) y le bajo el volumen a los gritos de mi cabeza que recita su personaje de memoria, puedo intuir algunos anhelos, sueños, heridas que, desde pequeñito, ha guardado mi personita en una esquinita del desván para ser querida y no molestar.
“La inspiración siempre aparece mientras trabajo” Picasso.
La teoría está lista. Queda ponerla en práctica. Moverme. Trabajar. No dejar para mañana lo que pueda hacer hoy, ni esperar a tener una época de mi vida que me sienta con fuerzas. Como al malagueño universal (Picasso, no el marido de Melani Grifith), nuestros pequeños avances ocurrirán mientras lo intentamos. .
En la vida cuentan mucho más los hechos que las palabras. En este momento, me toca  hablar menos (sobre todo de los demás) y actuar más, para crecer más y para ayudar a crecer a quienes me conozcan. 
Dejar de hablar (mal) de todo, de la tele-basura, de los vecinos, de los inmigrantes culpables de nuestros males, de los políticos que son una banda de bandidos, de fútbol, de lo mal que está el mundo,… Dejar de opinar por deporte sin hacer nada al respecto, dejar de tener soluciones de salón para compartirlas con el taxista o en la “fase de resolución de conflictos internacionales” que siempre aparece tras tres copas en una cena con amigos. 
Intentar actuar, y hacerlo conscientemente. Es una pena que no lo haga más a menudo. Pero cuesta. Pero es gracias a estos impulsos y a las personas que los tienen que el mundo avanza. Recordemos a G.B. Shaw que ya nos avisaba que 
"el hombre razonable se adapta a las condiciones que le rodean mientras que el no razonable adapta su entorno a él. Esto lleva a la conclusión de que el progreso depende de gente poco razonable".
Pues seamos poco razonables pero dejándonos llevar por el corazón no por la cabeza y su biblioteca de prejuicios y sus estanterías de auto-justificaciones.
La locomotora despierta y razonable y el vagón comodón y ladilla
Me gustaría ser una locomotora poco razonable. Una locomotora que tire de mi entorno, no dejarme llevar y, menos aún, poner chinas en la vía. Lo que pasa es que me es más fácil ser vagón que locomotora. Y, por eso, como en las estaciones, hay más vagones (¿fue el vehículo dio nombre al indolente o fue el indolente el que bautizó al vehiculo?) que locomotoras. 
Y somos más los pasajeros que quieren ir tranquilos en el furgón de cola, para dejarnos llevar cómodamente y tener más tiempo para criticar sin proponer soluciones posibles y constructivas (porque imposibles, pero sobretodo destructivas se me ocurren todas las mañanas de camino al trabajo –y eso que ya no escucho a Jimenéz Losantos, brazo armado de la conferencia episcopal-), mirando desde la distancia, sin correr el riesgo de equivocarnos de ser criticados ni de fracasar, porque nunca hacemos que nos exponga, nunca damos un paso al frente.
Pero si realmente quiero algo, tengo que pasar a la acción (“mover ese cochino culo” que de gritaba Eliza -Audrey Herpburn en My fair Lady- a su caballo) sabiendo cómo soy y hacía donde quiero llegar. Hacer y equivocarme antes que no intentarlo, hacer y que me critiquen antes que criticar a quien lo intenta. 
1% inspiración, 99% transpiración
Pero para actuar, primero conviene pensar un poco, pero como nos recomienda M. Yourcenar, dejando hablar al corazón (y lo justito a la cabeza) Ver dónde estamos y ver dónde queremos ir y coger fuerzas e ir a buscarlo. Sin dejarnos llevar por la corriente. Cogiendo el timón.
En segundo lugar, conviene no ser un iluso pensando que siempre que insisto consigo lo que quiero (y si no, me enfado), sino consciente de que si no lo intento seguro que no lo hago (“lo hicieron porque no sabían que era imposible” de Anónimo, ¡cómo no¡).
En tercer lugar, conviene trabajárnoslo. Para actuar en el teatro, para correr una maratón, para estudiar una carrera, no queda otra que probar y probar, ensayar y ensayar, trabajar y trabajar (no hay fórmula mágica: 1% inspiración, 99% transpiración). Porque además hay capacidades como la iniciativa, la autocrítica, la escucha activa, la escucha interior,… que están atrofiadas de no usarlas y hay que empezar poco a poco. 
Para así, en vez de paralizarme ante un problema, un ataque,…, y quedarme rumiando el problema y lamiéndome la herida, ponerme a pensar en la solución, olvidar el peligro y buscar la oportunidad. Buscar soluciones para sumar y unir. Porque me deja mejor, aunque lleve más trabajo, más esfuerzo. Igual que los aviones no despegan sino es contra el viento, son obstáculos no crezco, no me animo a coger fuerza y saltar hacia delante, a remontar el vuelo.
«Si naciera de nuevo viviría de manera diferente porque que he dedicado demasiado tiempo a prepararme para problemas que nunca se presentaron» 
JL. Borges.
Pero no nos pre-ocupemos de antemano, sino ocupémonos en lo que requiera cada momento. A cada momento lo suyo. A cada día lo suyo. No caminemos mirando la meta, porque nos perderemos lo que pasa a nuestro lado y, si tenemos mala suerte, hasta nos daremos un trompazo.
“En un pueblo había una costumbre y era que todos los adolescentes, al llegara los 16 años, debían demostrar su fuerza y resistencia subiendo una montaña muy dura y estampar su firma en un pergamino que había allá arriba guardado en un buzón. 
Uno de estos chicos, siguiendo la tradición –qué remedio, lo exigía la tribu- empezó a subir pero tras varias horas estaba exhausto y se sentó a recuperar fuerzas. De repente se dio cuenta de lo que se estaba perdiendo por correr con la mente fija en la cima: un cielo azul, un horizonte inmenso, rodeado de preciosas montañas de diferentes colores, azules, grises, moradas, con unos campos de un verde especial que quedaban separados por un torrente que jugaba a saltar de poza en poza. Y conforme pasaba el tiempo los colores, las formas, los matices eran diferentes, se transformaban. El paisaje en un instante era diferente del paisaje del instante anterior.
No subió a la cumbre. Para qué. La belleza estaba en el camino no en una firma guardada en un buzón. Al dejar de pensar en el buzón, vio el paisaje y el premio no lo encontró en la cima sino en el camino ”
Yo escribo porque en esta época me gusta escribir, me divierto mientras estoy en ello. Ahora mismo. Lo más importante no es el resultado, sino el tiempo que le dedico, leyendo, buscando, imaginando, riéndome, pensando en alguien, enfadándome porque no tiene sentido lo que escribo, alegrándome cuando un párrafo ha quedado redondo (bueno casi….). Aunque, también me haga ilusión cuando recibo algún comentario cariñoso sobre alguno de ellos. 
Esto nos ocurre también en la vida que se nos escapa pensando en el día en que… tendré… podré… habrá… cuando lo importante está en lo que vamos encontrando por el camino. Quien ha hecho el camino de santiaqo sabe que lo bonito es caminar, no llegar al Monte del Gozo, menos ahora que parece el Centro Comercial la Morea. 
“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Eduardo Galeano
Además al destino puedes no llegar pero el camino siempre lo haces y te da fuerzas para llegar más lejos la próxima vez. El sueño nos anima a caminar; sin sueños, no hay energía; sin energía, no hay vida. 
La utopía es el verdadero corazón de los seres humanos. Una persona que no sueñe con un mundo mejor no es una persona, es un desierto. No tengo interés en ir al paraíso (si creyera que lo hay, otra cosa escribiría pero…). Estoy interesado en hacer que el paraíso venga aquí (o al menos un par de palmeritas, un pequeño riachuelo y cuatro cositas más: un buen vino, un patita de jamón ibérico, una buena compañía, una conversación nutritiva,... ). 
Así que a trabajar. Y qué mejor forma de hacerlo que aprendiendo en mi relación con los demás, ensayando nuevos retos, probando nuevos sueños, creando nuevas ilusiones.

4. Escucha a la cabeza, dejar hablar al corazón

A mi personaje lo conozco de memoria; 
a mi persona la tengo que conocer de corazón
Para conocernos tenemos que escuchar dentro de nosotros. La parte del cuerpo depende de las culturas, curioso: en la nuestra escuchamos el corazón; en la oriental, las entrañas -que deben estar a la altura del obligo, medio palmo más adentro-. Como mi personaje escucha corazones y no entrañas (pero lo que se oye es lo mismo), pues me quedo con el corazón. Mi enanito, el inquieto, - el otro está sobando en el sofá-, currante y gran lector me chiva algunas frases para que no sea yo quien cargue con la responsabilidad de esta afirmación: 
 “Mientras que el corazón tiene deseo, la imaginación conserva ilusiones”
(Chateaubriand, Vizconde –conocido por la receta de carne asada que sirvió a Napoleón-),

“el corazón no habla pero acierta”
(Anónimo, prolífico autor donde los haya –y eso que el Lazarillo resultó no ser suyo…-),

“la inteligencia busca, pero quien encuentra es el corazón”
(George Sand, escritora oculta bajo pseudónimo y ropa de escritor, amante de Chopin)

“Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga”
(Victor Hugo, inventor del Jorobado de NotreDame de Paris)

“No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”
Saint Exupery (Principito que amerizó para siempre en algún lugar del mediterráneo)

“Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón”
(Marguerite Yourcenar –según mis wiki-amigos, escritora francesa nacida en ¡Bruselas!)

“Quien no sabe llorar con todo el corazón, tampoco sabe reír”
(G. Meir. Primera Ministra israeli, ucraniana, 3ª mujer en llegar a un dirigir un país)

Gracias enanito¡  así no queda claro que es mejor escuchar dentro y en la azotea porque  el corazón es 
fuente de ilusión, 
acierta, encuentra, 
crece cuando crece el amor 
y cuando más grande es el corazón más amor da 
(…la palabra amor… está tan desgastada… que suena cursi… lo sé… no sé me ocurre otra)
tiene buena vista
es sensato (cuando nos han enseñado que la sensatez está en la cabeza…)
es puro y, por ello,
llora y ríe de verdad,
Bueno con el apoyo de tanto famoso, me siento respaldado para seguir.  Argumentos en forma de bellas citas no faltan. Y no los digo yo, eh? -yo soy un investigador (copio de varios libros) nunca un plagiador –que, vago que es, solamente copia de uno-.
Streaptease (lo que tengo que poner para que no te duernas…)
Parece ser que buena parte de nuestro viaje para conocernos, quitarnos la careta e ir fundiendo la armadura, ir desnudándonos,… pasa por ser capaces de saber lo que estamos sintiendo en cada instante, aprender a expresarlo en cada momento para así por una parte ir conociendo a nuestro buen amigo abandonado y, doble beneficio, responder (con la persona) y no reaccionar (con el personaje) ante lo que nos va viniendo (lo que nos hará ganar más amigos y ayudar a otros a que sus armaduras se reblandezcan un poquito). 
Si un tipo hace algo que pone de mala leche (a mi personaje), trato de ser consciente de cómo la ira (sinónimo fino de “mala hostia y ganas de dar una idem”) va creciendo, y decirle a mi personaje “tranqui, qué mala sangre estás haciendo, te estás haciendo daño a ti mismo, cálmate un poco, no pongas tu buen humor en manos de este personaje”. 
Así en vez de reaccionar desde la ira (dándole la h… que el personaje estaría deseando repartir), responder (que es lo que hace la persona) siendo muy muy muy consciente de la ira pero ELIGIENDO no actuar desde ella. Esto me costó entenderlo (Jose Luis es un tipo paciente y me la ha explicado cientos de veces) porque mi personaje tiene (tenía) una armadura que los Cruzados en Jerusalem iba en tanga comparado conmigo. 
Así, cuando respondo (persona), en vez de reaccionar (personaje), las respuestas son muy diferentes y los resultados también porque el personaje tiene que defender su papel, su honor de “rojo”, “facha” “mujer”, “hombre”, “culé”, “católico”,… y la persona, no.
Silencio¡, se escucha¡
El corazón (o las entrañas o el ser o el cuerpo o el alma o dios o alá o …el yo-que-sé, dependiendo de qué equipo seas) habla muy bajito; primero, porque está dentro de una armadura todavía muy gruesa; segundo, porque no es su estilo gritar; tercero, porque no está acostumbrado a que le dejen hablar y ha ido perdiendo fuerza su voz. 
Así que conviene buscar momentos de silencio, ausentes de estímulos (algo tan difícil en estos tiempos-) para “escucharme”. Dependiendo de los colores de tu camiseta, también “escucharme” tiene nombres diferentes –meditar, hacer yoga, ir al monte, pasear, levitar, respirar,…-. Pero en todos consiste en tratar de acallar los pensamientos que bullen y zumban en mi cabeza (la p… que siempre intenta j… esos momentos porque quiere seguir mandando)y dejar que sea nuestro corazón el que hable. 
Es entonces cuando escucho y me doy cuenta cómo estoy, qué me duele, qué me ha gustado, qué siento y me entero de lo que realmente quiero que me ocurra en esta vida, cuáles son mis sueños, qué hacer cada día, desde ahora mismo que estoy escribiendo, para que cuando llegue el penúltimo suspiro, mire atrás y sonría sin miedo estando seguro de que “cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando (R. Tagore)”.
¡Que bruto! no? Suena duro. Quizás me haya pasado…
 
“tenía cuarenta años, una mujer y dos hijos maravillosos y un buen trabajo. Pensé que ya no había nada nuevo, que ya sabía cómo iba a ser mi vida en los otros cuarenta, que no quedaba nada nuevo. Esa tarde un camión arrolló el coche en el que viajaban mi mujer y las niñas”
Eduardo Blanco (persona) en el papel del amigo enamoradizo (personaje) de la peli “El mismo amor, la misma lluvia” (Recomendable, amigo Iñaki -además sale mi Soledad Villamil, la que tiene “el secreto de tus ojos” y esos labios… y esa voz… ) 
Empiezo hoy. No pierdo un día, que mañana es un regalo, que no es seguro que llegue y puedo quedarme sin decir, querer, soñar, leer, ver o hacer cosas que me hubiera gustado hacer. 
Así que, como decía la guapiiiiii…..iiiiiiiiiiiiísima Audrey Herpburn (Eliza, florista callejera sin “educación” en My Fair Lady, en esa magnífica escena en la que como primer examen para ver si la han “educado” correctamente va a las carreras de caballos de Derby y enfervorizada por la emoción de la carrera grita al caballo al que ha apostado -en inglés, claro-: 
¡Mueve ese cochino culo!
ante el asombro y espanto de las damas de alta alcurnia que la rodeaban (y la frustración -ya endulzada con inicios de enamoramiento…- de su mentor el Profesor Higgins (Rex Harrison).
un poco de silencio pero también de valentía, bastante
A veces cuando somos capaces de encontrar ese rato, de alejarnos del 
“mundanal ruido y seguir las calladas sendas que tomaron los pocos sabios que en el mundo han sido” 
(San Juan de la Cruz, profesión: místico - que se chutaba lo mismo que Teresa de Jesús-) 
resulta que nos encontramos con nosotros mismos. Y eso asusta.
Asusta porque no estamos acostumbrados y podemos escuchar cosas que no nos gusten, que tengamos reprimidas. Pero el corazón (la persona) no juzga (el personaje sí, es lo que más le gusta¡). Y al no sentirme juzgado me siento libre de sentir lo que siento, de pensar lo que pienso y de aceptar que lo que oigo como mío, guste o no a otros (o a mí personaje). No dejemos participar al personaje -si no encaja con su papel lo reprime y lo rechaza, como ha hecho desde pequeñito-, callarlo, castigado al rincón y a escribir cien veces “no tocaré las narices a nadie cuando se está escuchando”.
Este proceso de auto-conocimiento requiere humildad (bilbaínos abstenerse –o que le dediquen tres o cuatro años más-) y honestidad. Humildad para ver que, a lo mejor no soy tan “divino de la muerte” como pensaba y honestidad para no esconder o manipular lo que oiga. 
De esta manera poco a poco voy conociendo a mi verdadero ser (y desenmascarando a a mi personaje), quienes soy de verdad (la persona), veo la diferencia entre cómo vivo y cómo me gustaría vivir. Si se parecen, fin del juego. Pleno al quince¡ 
Si no, que suele ser lo habitual, a trabajar con paciencia, haciendo un poco de ejercicio todos los días (esto es tan necesario como comer y dormir: alimenta y hace crecer)
dejando que mi personita hable –y que el personaje le deje, que no es fácil-
escuchándola con cariño, como si fuera m niño/a herido/a
 
dándome cuenta cuándo es la careta quien se adelanta, reacciona y critica a alguien 
(y deja a la personita con la boca abierta sin oportunidad de darle una oportunidad de acercarse a ella y conocerla para luego aceptarla),
sabiendo cuando nuestro personaje salta porque alguien le ha tocado una herida no curada y reacciona y discute y se exalta y porfía -¡magnífico, espléndido en su papel¡- 
(y la personita, una vez más, dice, tranquilo, si no es para ponerse así)
Reconociendo cuando otro personaje viene hacia nosotros, como un torito bravo (suena a El Fari), con su papel bien aprendido, su armadura y espada en ristre, dispuesto a hacernos alguna avería, para que sea la persona quien le responda (y no nuestro personaje quien reaccione).
veo tiempos mejores, en que se cumplirá nuestros sueños
Vuelvo a escuchar Fairytale in NewYork. La voz de camionero, que sale de la garganta más parecida a una destilería de whisky, de Shane MacGowan junto a la voz, dulce, melódica, como su Irlanda natal de Kirsty MacColl. 
Mientras tecleo, esta vez me apunto al dueto con mi voz (más cercana a la de Shane que a la de Kisrty) entrecortada por los recuerdos que me trae esta canción - banda sonora de algunos de los momentos más bonitos y románticos de mi vida -la chica que me gustaba decía que sí- y dolorosos -la chica que me gustaba decía que me quería mucho, pero como amigo-[1]. 
Sus estrofas finales, con más esperanza que las primeras:
So happy christmas
I love you baby
I can see a better time
Where all our dreams come true.
I could have been someone
Well so could anyone
You took my dreams from me
When I first found you
I kept them with me babe
I put them with my own
Can´t make it out alone
I´ve built my dreams around you
Feliz navidad
Te quiero nena
Veo tiempos mejores
en que se cumplirán nuestros sueños
Pude haber sido alguien
Bueno, cualquiera podía haberlo sido
Te llevaste mis sueños
La primera vez que te ví
Los guardé conmigo
Los puse junto a los míos
No puedo lograrlo solo
He construido mis sueños junto a tí 

(no os perdáis el video del directo, 1988)
http://www.youtube.com/watch?v=NrAwK9juhhY
“No tengas sueños pequeños 
pues no tienen el poder de mover el corazón de las personas”
J.W. von Goethe
Dnl


[1] ¡¡DE VERDAD¡ NO SON CONSCIENTES NUESTRAS AMIGAS DE LO QUE NOS DOLÍA QUE NOS DIJERAN ESO¡¡. Todos hubiéramos preferido que nos mandaran a freir monas, que nos dijeran que éramos feos, pelmas, aburridos, borrachos, unos pulpos,… que quien les gustaba era el que era lógico que les gustara… 
¡Pero decirnos “!ES QUE TE QUIERO UN MONTÓN, PERO TE QUIERO COMO AMIGO¡¡ eso era CRUELl, MUY CRUEL. ESO DOLÍA¡ Espero que si alguna moza lee esto, haga acto de contrición, rece tres avemarías, cuatro padre nuestros y escuche un DVD completo de Camela al menos 6 veces. )

3. para aprender a escuchar el corazón

 

(Para Jose Luis, amigo y maestro –a pesar de ser hermano marista-)

Domingo por la mañana, un café caliente, pongo música: “The very best of The Pogues”.  Qué recuerdos¡. 
Suena “FairyTale in NewYork” –la canción de navidad más bonita, escrita, compuesta y cantada por el más borracho e irreverente de los cantantes-. Sus primeras estrofas son muy melancólicas, como la navidad de verdad, no la del turrón “el almendro” y “las burbujas de freixenet” (Gemma Mengual y las chicas de la natación sincronizada hasta que la marca ahorre para un nuevo anuncio –al año pasado con la crisis repitieron…-).
 
       
     
Era Nochebuena, nena
en la celda de borrachos.
Un viejo me dice
“no veré otra más”
entonces canta una canción
“The Rare Old Mountain Dew”
Giro mi cabeza hacia otro lado
y pienso en tí…
Un cuentito con un abuelito muy extraño
“Un anciano poseía una tienda de antigüedades y curiosidades en una callejuela de un concurrido barrio de una gran ciudad. Un día entró un turista quien se quedó maravillado ante la infinidad de cosas que había en aquella tienda. Al final, preguntó el turista: ¿Cuál diría usted que es la cosa más rara y misteriosa que hay en esta tienda?

El anciano, tras echar una ojeada a los centenares de objetos (animales disecados, cráneos reducidos, peces y pájaros enmarcados, hallazgos arqueológicos, pergaminos originales,…) se volvió al turista y le respondió: “sin duda alguna, lo más raro y misterioso que hay en esta tienda soy yo” 

(A. de Mello)
Caretas y armaduras
Los hambrientos de saber que iban al Templo de Delphos, debían salvar las dificultades para llegar a la
montaña, sorteando las dificultades de la zona cortada por profundas gargantas inaccesibles. Sudorosos pero felices de llegar al Oráculo de Delphos, fuente del saber, encontraban en su entrada una inscripción que decía
"Oh! ¡Hombre¡ 
(Ministra Aído, compréndalos, era hace mucho mucho tiempo –ni yo, ni, menos tú, más joven y lozana,
habíamos nacido-y no había ministerios de igualdad),
¡conócete a ti mismo y conocerás al Universo y los Dioses!”. 
O sea que, después del madrugón y del palizón de la subida, el cartelito les venía a decir que para qué 
habían venido, que se dieran la vuelta ¡y que ellos/as solitos/as se lo curraran.
Como si fuera tan fácil…. Conocerme a mí mismo. (Si hubo alguna asignatura en el colegio me la perdí
(en qué estaría pensando… seguro que en alguna de las Ángeles de Charlie de clase-… y mis hijas vinieron sin manual de instrucciones).
Desde que nacemos, desde el primer día, buscamos desesperadamente cariño (en esos momentos en 
forma de pecho maternos y brazos amorosos). Así que tratamos de ser queridos (haciendo lo que les gusta a otros) y que no nos hagan “pupa” (evitando hacer lo que molesta a otros). Así, poco a poco, a fuerza de practicar, vamos creando y aprendiendo nuestro personaje –“careta” en griego- con sus diálogos y su disfraz para no desentonar en el papel asignado en la función.
El personaje lo aprendemos de memoria. Y la memoria se guarda en la cabeza. Así que cuidado con la 
cabeza, “esa puta(/o) que siempre nos jode” –dicho por un hermano marista, eh?, no yo, que no soy ni tan listo ni tan osado ni conozco las profundidades de la naturaleza humana como él-. En la cabeza está lo que hemos aprendido -no busquemos ahí lo que queríamos hacer, lo que queríamos ser, porque nos engañará-. Eso se fue quedando escondido, dentro, muy dentro, para no molestar…
Al hacer lo que gusta a “los otros -no los de Amenabar-” (padres, tíos, vecinas, profesores/as, cuadrilla, 
curas o monjas, “culturas”, “costumbres”, “morales”,…), dejamos de hacer lo que nos gusta hacer. Al ser como quieren que seamos, se nos van olvidando nuestras propias inquietudes, nuestros anhelos, nuestros sueños, lo que realmente queremos ser, quedándose arrinconado junto a las cosas que no utilizamos, olvidados. El personaje se come a la persona. La cabeza doma al corazón (qué bien me ha quedado esto…¡).
Al protegernos…perdón… nuestro personaje, para protegerse, va creando una armadura que le 
defienda de los golpes, los gritos, los desprecios, los disgustos, las frustraciones,… pero pagando un precio muy alto: la armadura protege pero le hace insensible. Y dejamos de sentir o sentimos menos (dependiendo del grosor de la armadura). La voz de nuestro corazón (nuestra voz, la de nuestra persona) deja de oírse ahogada dentro de la armadura.
Lo sé, lo sé, puede parecer muy radical. En mi defensa, tengo que decir que lo dice un tal Krishnananda 
-en “De la codependencia a la libertad”, libro que, por su título, no compraría ni loco; de hecho, dicho sea en mi defensa, me lo regalaron-. Y mi amigo Jose Luis, si tienes la suerte de escucharle, lo explica de forma más clara y menos torpe que yo.
Así que quejas y reclamaciones, a él o su editor o a vuestro antivirus que no ha detectado este 
“gusano” a tiempo. En cualquier caso, eso ya pasó. Ahora cada uno y cada una tenemos nuestro disfraz, o armadurita, o coraza antimisiles emocionales o nuestro bunquer –dependiendo de cómo hayamos sido atacados o como hayamos querido defendernos-. Y “como decíamos ayer (Fray Luis de Leon, tras unos añitos en prisión por orden y gracia de la Inquisición –seguro que se salió del personaje, le tocó las narices a algún personaje importante de su obra y ¡cinco añitos al trullo- ) ”: toca vivir hoy, el pasado es pasado. Y el futuro… ni p…. idea..
Una advertencia importante. ¡Cuidadito con el personaje¡ Porque tiene sus problemillas:
si tu personaje es católico y el mío judío, 
si tu personaje es “rojo” y el mío “facha”, 
si mi personaje es culé y el tuyo merengue, 
si mi personaje es hombre y el tuyo mujer,
si mi personaje es negro y el mío blanco
el tuyo tuyo café con leche
si tu personaje pertenece a los Capuletos y el mía a los Montescos
si tu personaje es de un pueblo elegido y el mío también 
(“no hay pueblo que no se haya creído el pueblo elegido” 
Milonga del moro Judío. Jorge Drexler)
mi personaje se ha levantado de mal café y el tuyo también
nuestros personajes se pueden poner como motos a discutir porque, en esta película, lo tienen 
en el guión bien aprendido y sellado –y además, lo que es peor no son conscientes de ello).
Mientras, detrás de la careta y dentro de la armadura, l
las personas que tratan de hablar con el corazón
de corazón a corazón
de persona a persona
se sorprenden porque se ven muy muy muy parecidas
y no ve razones para ponerse así
y trata de hablar, 
hacerse oír pero sin éxito, 
ya que no está acostumbrada a ejercitarse, 
la armadura suele ser muy gruesa 
…..
y los personajes siguen discutiendo, gritando
haciendo más gruesa su armadura….
intentando convencer 
o, lo que es peor, vencer, 
mientras que las personas, 
desde dentro, tratan de escucharse y entenderse.